Iván Garza García 

A punto ya de solicitar mi escaño de contertulio y asociarme con los socios de la mesa más redonda del Café de Nicanor, cuyos peculiares personajes – por cierto – nacieron de la ingeniosa mente del español universal, Joaquín Sabina, me dispongo a hacer un breve recuento de algunos de los acontecimientos que marcaron el año que recién nos dejó, ocurridos en este pedazo del globo.

En 2019 se cumplieron 500 años del inicio de la expedición de Hernán Cortés a México; igualmente, se conmemoró el 25 aniversario de la entrada en vigor del TLCAN; del levantamiento del Ejército Zapatista de Liberación Nacional y del cobarde asesinato del candidato presidencial Luis Donaldo Colosio. 10 años transcurrieron desde el terrible incendio en la guardería ABC en Hermosillo, Sonora y cinco de la desaparición de los 43 estudiantes normalistas en Ayotzinapa.

El año que apenas ayer vio su última luz de día, se encontró colmado de desafíos sin precedentes. Sin duda, hubo episodios memorables y, otros más, bien podrían engrosar los archivos para el olvido.

El magro crecimiento económico en la anualidad que concluyó, colocó a nuestro país en lo que los expertos llaman “recesión técnica”. Por su parte, los ajustes en la perspectiva crediticia, generaron ácidas desavenencias entre el gobierno en turno y las calificadoras internacionales. Para ser claros, en 2019, la variación anual del PIB fue de 0.0 por ciento; esto conforme a datos oficiales del INEGI.  

El anterior fue calificado como el año con el menor crecimiento en creación de empleos de los última década. Sin embargo, se anunció con bombo y platillo el aumento del 20 por ciento al salario mínimo, lo que mantiene expectantes a los especialistas en la materia, debido a las riesgosas consecuencias que pudiesen acarrearse en cuanto a la generación de nuevos puestos de trabajo y los efectos inflacionarios.

De este lado del Río Bravo, el Senado de la República aprobó el dictamen para la ratificación del T-MEC, pero las “letras chiquitas” respecto al envío a México de inspectores laborales por parte de las autoridades norteamericanas , aún esta dando de que hablar al respetable. Atentos habremos de estar a la aplicación de las reglas de origen automotriz que contiene el acuerdo internacional y que pueden producir tremendos dolores de cabeza en una entidad como la nuestra.

El 2019 trajo consigo una creciente polarización social. En buena medida, la división y el encono tuvieron simiente en los mensajes que mañana tras mañana fueron ofrecidos desde Palacio Nacional, donde un día sí y el otro también, se alentó la encarnizada rivalidad entre “chairos” y “fifís”. La disputa no parece encontrar fin y no se ve para cuando pueda llegar el ansiado discurso reconciliador.

La participación ciudadana obtuvo especial protagonismo en el año que terminó. Lo mismo a mano alzada que a través de mesas receptoras de votos, las consultas públicas se convirtieron en un foco de cuestionamientos debido a su organización, desarrollo y previsibles resultados. Las grandes decisiones ahora corresponden al pueblo “bueno y sabio”, dicen las huestes del actual régimen.

La explosión de un gasoducto en la comunidad de Tlahuelilpan, Hidalgo, cobró la vida de 137 personas; la tragedia tuvo lugar en el marco del combate al huachicoleo, cuyos resultados, en términos económicos, son hasta ahora desconocidos. Lo que si se sabe es que el Gobierno Federal adquirió, sin licitación de por medio, 671 pipas para la distribución de gasolina; de hecho, en tiempos de la 4T, más del 70 por ciento de los contratos se han otorgado mediante adjudicación directa.

Aunque el mandatario nacional tenga otros datos, 2019 se convirtió en el año más violento en nuestro país desde que se cuenta con registro. La sangría que significó el homicidio de más de 30 mil personas, quedará inscrita en los anales de la historia. Por lo menos, dos sucesos adquirieron notoria relevancia. La captura y posterior liberación de Ovidio Guzmán en el incidente mundialmente conocido como el “culiacanazo”, mostró sin tapujos la vulnerabilidad del Estado Mexicano; las reiteradas inconsistencias en la narrativa de los hechos por parte de las autoridades encargadas de la seguridad, y la presunta negociación con la delincuencia organizada para entregar sano y salvo al hijo de “El Chapo”. Por otro lado, el ataque en contra de integrantes de la familia LeBarón, en el que murieron tres mujeres y seis niños, puso sobre la mesa la posibilidad de que los cárteles de la droga en México sean calificados como terroristas, lo que permitiría la eventual intervención militar de los Estados Unidos en este territorio. Aunque de momento el tema se encuentra en tensa calma, no todo está dicho.

Aquí en confianza, las líneas disponibles se agotan irremediablemente; en el tintero de ésta aficionada pluma se quedan otros eventos dignos de ser mencionados: las caravanas migrantes; el avión presidencial que no se vende y, por supuesto, el grave conflicto diplomático entre México y Bolivia. Sin embargo, el 2020 que hoy inicia, viene acompañado de infinitas oportunidades para seguir tratando de ligar palabras y construir ideas en esta columna (si es que el Güero Chuy y los directores de los medios no disponen otra cosa).

Escribió el excepcional “flaco de Úbeda”, al que me referí líneas arriba: “Que Gallardón no se pase de listo; que deserte el borrego del rebaño; que volvamos a ver lo nunca visto; que no nazca tan viejo el nuevo año”. A todas y todos, mis mejores deseos.