Ni modo, amigas y amigos: salí positivo a COVID-19. No es grave. Mi corazón está al 100 y como tuve que suspender la gira, estoy en la Ciudad de México y de lejitos festejo los 16 años de Jesús Ernesto. Me guardaré unos días. Adán Augusto López Hernández encabezará las mañaneras. Nos vemos pronto.” Así informó el presidente Andrés Manuel López Obrador el pasado 23 de abril a la ciudadanía su estado de salud. 

La noticia, seguramente debido al clima político que impera en un sector de la sociedad, fue acompañada de especulaciones que hacían ver más grave el estado de salud del presidente. Lo que en lugar de abonar en su contra, le dio la oportunidad de ratificar que su principal mecanismo de comunicación es la conferencia mañanera, un modelo de comunicación encabezado por él mismo en una exposición diaria, recuperando así el control de la narrativa que, por causas y azahares, estaba perdiendo semanas atrás. 

El viernes 28 de abril, reapareció López Obrador agradeciendo: Me da mucho gusto estar de nuevo aquí con ustedes. Primero, agradecerle de todo corazón al pueblo de México, por su apoyo, su solidaridad. Si digo pueblo, estoy pensando en casi todos los mexicanos que expresaron su preocupación por mi contagio de COVID. Hubo muestras de cariño, muchas bendiciones, buenos deseos, cadenas de oración, mucha solidaridad. Se portaron como siempre, muy bien. Es un amor reciproco. Como siempre digo, amor con amor se paga.”

Pero también reprochando: La gente llegó a preocuparse porque hubo sensacionalismo, amarillismo, mala fe, pero afortunadamente salimos bien y aquí estamos muy dispuestos a continuar con este proceso de transformación en beneficio de nuestro pueblo. Estamos bien y con muchos deseos de seguir transformando a nuestro país en beneficio de nuestro querido pueblo.”

Argumentó: Se disculpan, ¿no?, que me daban por muerto, se disculpan, ah, pero, al final, la culpa la tiene Jesús y Adán, que no informaron bien. Como si yo me estuviese chupando el dedo, ¿no?, como si no supiera que no son medios de información, sino de manipulación.

Y, bueno, una primera parte del programa ya con aplausos a Riva Palacio, que dijo que le habían fallado sus fuentes, aplausos, ¿no?, que sí le habían dicho que me había dado un derrame cerebral, como Alazraki, como muchos otros que les fallaron sus fuentes.”

 

Y continuó diciendo: Porque es increíble el grado de desfachatez, el cretinismo de estas gentes, lo que hizo Riva Palacio: Ofrezco disculpas, me fallaron mis fuentes, y ya. Yo le digo a Televisa que ya no siga contratando a gente sin ética, sin moral; que realmente informen, que no manipulen. Nunca van a cambiar si continúan así, nunca; cada vez se van a alejar más del pueblo, no van a salir de la decadencia en que se encuentran, no sólo Televisa, la mayoría de los medios de información convencionales, si no actúan con profesionalismo, con objetividad, con honestidad, si no se dedican a informar y hacen a un lado la manipulación.

Porque dicen: No somos nosotros ―dicen los directivos de Televisa o los directivos de las empresas de comunicación―, es la libertad que tienen los conductores. Ah, ¿sí?”

Arremetió: Aceptando sin conceder de que ellos son ajenos a la línea editorial, a lo que se difunde, ¿por qué no cuidan y tienen periodistas profesionales, objetivos, que difundan la verdad y no la mentira? Porque todos ellos, todos, están dedicados a calumniarnos; en Televisa, la mayoría. En todos los medios, radio, periódicos, con honrosas excepciones, pero en Televisa no veo a nadie, si acaso algunos que son más prudentes, que se quedan callados o que de repente tienen destellos de objetividad y de sentido común, como el día que vi este foro y que Denise Maerker, hizo ahí una observación, acotó de que ante un vacío de información no se tenía por qué inventar, no había derecho para calumniar. Si no había información, había que esperar, no adelantarse a llenar ese vacío con infamias. Eso no tiene nada que ver con el periodismo serio.”

Lo acontecido la semana pasada, sin duda es una gran lección para el periodismo. Insisto: La doctrina de la opinión pública como fuerza gobernante constituye una forma singular de la relativización del Estado al pueblo y de la identificación del poder del Estado con la voluntad del pueblo. 

Esto es lo que hay que seguir cuidando: La fortaleza del Estado mexicano, demostrada la semana pasada, que evitó la mínima crisis institucional. Al contrario, México salió fortalecido. 

José Vega Bautista 

@Pepevegasicilia

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