Roy Campos, analista de Consulta Mitofsky que realiza una evaluación diaria de los niveles de aprobación del presidente Andrés Manuel López Obrador, señaló este sábado: “Llegamos de nuevo al fin de la semana y prácticamente cinco semanas sin sobresaltos en la aprobación, octubre ha sido el mes más estable en este sentido y eso ha ocurrido porque a los principales eventos, aunque fueran complicados, el presidente los ha alejado de su entorno evitando hablar de ellos o simplemente disminuyendo su importancia (así ocurrió con el hackeo a la SEDENA).

En este momento el debate sobre la reforma electoral por ejemplo no llega a la conversación cotidiana; el reportaje del New York Times sobre la investigación del caso Ayotzinapa aún no se ha generalizado; el informe del INEGI sobre las muertes de COVID no tuvo rebotes etc. Todo ello mantiene la aprobación cerca del 60%.”

En otros términos, quiere decir que seis de cada diez personas aprueban la actuación del presidente. Tal vez usted se pregunte ¿qué estarán pensando esos seis de cada diez?, o tal vez su pregunta sea ¿qué estarán pensando esos cuatro de cada diez? Antes de criticar a unos o a otros, tal vez valiera la pena hacer cada quien un ejercicio de comprensión.

Karl Wolfgang Deutsch, científico social y político nacido en Praga, señala que cuando decimos que “comprendemos” a una persona, eso puede significar dos cosas: que comprendemos su situación, y podemos “ponernos en su lugar”, o sea que poseemos un modelo de las condiciones en que el otro actúa que nos permite concluir que nosotros, con nuestras memorias y valores, actuaríamos de modo muy similar en esa situación o como él lo hace, con sus memorias y valores, o que comprendemos su perspectiva, o sea, podemos imaginar un modelo de su mente, con sus memorias y valores, lo suficientemente exacto como para permitirnos pronosticar -y quizás experimentar emocionalmente por empatía- como actuaría él con su mente y su personalidad en condiciones en las cuales nosotros actuaríamos en forma muy diferente.

 

El primer tipo de comprensión, que elaboró modelos de diferentes situaciones, pero consideró a la naturaleza humana como esencialmente uniforme, fue importante en la ciencia política de Hobbes y de Locke. La sociología de la comprensión de Max Weber y la obra de los antropólogos modernos han dado preeminencia a la búsqueda del segundo tipo de comprensión, que procura modelos de diferentes pautas de personalidad, de cultura y de valor para rastrear el origen o pronosticar su selección de objetivos y de acciones orientadas hacia objetivos.

Esta clase de comprensión “desde adentro” (por así decir) de los individuos y grupos puede a su vez enfocarse en dos formas de gran alcance: como una reconstrucción racional de la personalidad, la cultura o el mapa cognoscitivo de los actores que se estudian, o como un acto de empatía o desempeño de roles, o sea, una simulación emocional de sus sentimientos mediante la manipulación imaginativa de nuestras propias mentes. Este tipo de comprensión por empatía fue elaborado por Wilhelm Dilthey y sus discípulos, pero su idea básica resulta simple: ¿podemos sentir en nuestra imaginación como siente otra persona, valorar lo que ella valora, experimentar sus tensiones internas como si fuesen nuestras, sin tener en cuenta que aprobemos o no sus propósitos? Ésta es la comprensión de lo que el sociólogo Talcott Parsons llamaría el aspecto “evaluativo” y el “catéctico” de las acciones realizadas por la otra persona.

Tal vez, el desarrollo actual de nuestra sociedad nos está brindando una gran oportunidad para que nos conozcamos uno a otros y nos comprendamos de tal forma que podamos llegar a un nuevo acuerdo social por la participación ciudadana, tomando como premisa que el verdadero cambio solo se produce con la participación de todos, porque el verdadero cambio deberá  beneficiar a todos.

José Vega Bautista

@Pepevegasicilia

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