Dice Diego Osorno que 1994 empezó en 1992 y tiene razón. En 1992 fui comisionado por el centro de investigación y seguridad nacional (CISEN) a la dirección general de programación organización y presupuesto de la Secretaría de Gobernación, como secretario particular del director general.

Gran oportunidad para estar cerca de personajes como Fernando Gutiérrez Barrios, entonces titular de gobernación y de Augusto Ponce Coronado su oficial mayor, o sea mi jefe. 

Siendo gobernador de Veracruz, Gutiérrez Barrios había sido invitado a ser secretario de gobernación por el presidente electo Carlos Salinas de Gortari. Lo precedía una gran fama como experto en negociación y control político. Después de un proceso electoral muy convulso y cuestionado, hacia falta alguien con el perfil de don Fernando para tranquilizar el ambiente político, se decía. 

 

Cuenta la leyenda que Gutiérrez Barrios le solicitó al presidente la subsecretaria de asuntos migratorios para su amigo Augusto Ponce Coronado, un político hidalguense que se desempeñó como delegado del Partido Revolucionario Institucional en Veracruz, en su época de gobernador. Sin embargo, Salinas ya tenía sus planes y don Augusto, el Jerarca, como amistosamente le llamábamos, fue nombrado oficial mayor. 

Ponce Coronado tenía como ritual diario llegar a las 7:00 de la mañana a su oficina a atender y trabajar en espera de que algún elemento de su equipo le informara del arribo del secretario Gutiérrez Barrios a la oficina de Bucareli.

Al ingresar el auto de don Fernando por la entrada de la calle Abraham González, Ponce Coronado ya estaba en la puerta del elevador esperándolo. Después del cotidiano saludo cordial, seguía la rendición del parte de novedades y la platica del panorama político y sus actualidades.  

Así lo acompañaba hasta su oficina, mientras nosotros permanecíamos pendientes del resultado de las reuniones, por si había alguna instrucción que ejecutar; porque de lo que platicaban sólo ellos sabían. 

Así transcurrió ese año, hasta el 4 de enero de 1993 cuando vi pasar a don Augusto con mucha prisa rumbo a la oficina de Toño Martínez, mi jefe directo. Por lo que se veía había malas noticias, salieron los dos rumbo a la oficialía mayor, yo los seguí a una sana distancia, por si pudiera ofrecerse algo. Cruzamos el gran patio que va de las oficinas de Abraham González a las de Bucareli, a toda prisa y bajo el sol de casi el mediodía. 

Preparen la entrega/recepción, don Fernando ha renunciado a la Secretaría. Pero que pasó, ¿cómo estuvo eso?, le preguntaba a los cercanos del oficial mayor. Me platicaron. En su ritual matutino don Fernando le platicó a Ponce Coronado que venía de las oficinas del presidente en los Pinos y que le había pedido la renuncia. Al ser enterado Ponce Coronado entró en un gran enojo y señaló a José María Córdoba, jefe de la oficina del presidente, como el culpable de la intriga que dejaba fuera de la administración a Gutiérrez Barrios. Señalaban, era tal el coraje de don Augusto contra el francés, que dijo que iría a reclamarle e incluso a retarlo a golpes, pero que don Fernando lo contuvo y lo llamó a la calma. 

La versión de la intriga de Córdoba contra Gutiérrez Barrios decía que había convencido al presidente de la idea de que don Fernando trabajaba cada vez más fuerte en la construcción de su figura como candidato a suceder a Salinas en la presidencia y que, de seguir creciendo esto, iba a limitar el margen de maniobra del presidente a la hora de escoger sucesor. 

El caso es que Salinas tomó la decisión y en sustitución de Gutiérrez Barrios nombró a Patrocinio González Blanco, entonces gobernador de Chiapas. Personaje que ha sido acusado varias veces por su forma autoritaria de gobernar y se le considera, en parte, causante de las condiciones que motivaron el alzamiento zapatista de enero de 1994. 

Al respecto, Diego Osorno presenta un documental muy interesante de lo que pasó en 1994, “realizó cincuenta entrevistas y viajó a más de doce estados para contactar a los diversos entrevistados que le ayudan a contar la realidad cambiante y la crisis continua de ese año. Sin embargo, explica, uno de los retos más importantes de la producción fue lograr que el Subcomandante Galeano, el otrora Marcos de los inicios del EZLN, aceptara dar su primera entrevista en años”. (NYT

José Vega Bautista 

@Pepevegasicilia

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