En su primer discurso, ya como virtual ganador de la contienda presidencial, Andrés Manuel López Obrador mostró un tono y forma más de estadista que de candidato, como debe ser después de terminada la contienda electoral. El candidato debería quedar atrás, para dar paso al Presidente. Dejó en claro lo que sería y no sería su gobierno, intentando destruir los mitos que en la calentura de las campañas se intentaron construir en su contra.

López Obrador, en primer lugar, llamó a todos los mexicanos a la reconciliación y a poner por encima de los intereses personales, por legítimos que sean, el interés general. Y citó a nuestro héroe Vicente Guerrero: "La patria es primero".

Sin embargo, a mitad del camino, en algunos sectores de la población se sigue viendo su actuar con tonos de candidato en eterna campaña y haciendo de la confrontación permanente una manera personal de gobernar. Si su estrategia es correcta o no, el tiempo despejará esa incógnita.

En tanto, deseo aquí hacer unas consideraciones a mitad del camino. Apuntes que tienen que ver más con el ejercicio de la administración que con las formas políticas de mantener y conservar el poder. Mi premisa es que el aparato burocrático y su trabajo deben servir para modificar, para bien, el nivel de vida y bienestar de la población.

 

La administración pública debe de actuar al servicio de toda la ciudadanía y está obligada a hacerlo funcionando con transparencia, eficacia y calidad, y con un compromiso con la calidad de los servicios públicos y convocando a la participación ciudadana en las decisiones públicas y en la definición de los intereses generales de la nación.

Garantizar la calidad de los servicios públicos y el derecho de todas las personas a acceder a ellos en condiciones de igualdad requieren un mejoramiento continuo en la gestión mediante la aplicación obligatoria de modelos de excelencia. Asimismo, crear nuevos servicios públicos de ayuda a las familias, a las personas dependientes, especialmente a los mayores, y enfocados a la conciliación de la vida familiar y laboral. 

Para todo ello,  es necesario incrementar de forma selectiva las inversiones públicas para subsanar los déficits de los servicios públicos de seguridad pública, educación, asistencia social y apoyo a las familias. 

Por otra parte, la administración pública debe convertirse en un factor que dinamice la economía, convirtiéndose en un agente más productivo. Para cumplir esto, deberá ofrecer más y mejores servicios públicos con los mismos recursos que actualmente emplea; reorientar sus actividades en función de los objetivos y resultados y aspirar a la máxima excelencia en la calidad de los servicios que presta. 

Todo ello sin dejar de lado que el gasto público deberá considerar también una orientación hacia la inversión productiva en capital físico, tecnológico y humano, en aras de buscar un funcionamiento eficiente y productivo de la economía y así garantizar un crecimiento sostenible a mediano y largo plazo. 

José Vega Bautista

@Pepevegasicilia

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