Para no extrañarnos de que nuestro país se encuentra dividido entre varias maneras de entender la vida política, la semana pasada, la cumbre de la Comunidad de Estados Americanos y Caribeños (CELAC) nos mostró cómo se refleja esa división a nivel América.

En la reunión, el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, propuso la integración comercial de los países de la región para construir con Estados Unidos y Canadá una comunidad económica. “Me parece que es tiempo de sustituir la política de bloqueos y de malos tratos por la opción de respetarnos, caminar juntos y asociarnos por el bien de América sin vulnerar nuestras soberanías”, manifestó en su intervención.

En el centro de las controversias estuvo el papel que actualmente está jugando la Organización de Estados Americanos (OEA). El primero en levantar la voz contra el organismo hemisférico fue el presidente de Bolivia, Luis Arce, quien afirmó que “en vez de actuar bajo los mandatos de la Carta Democrática, actúa en contra de los principios de la democracia”, y sostuvo que “su creciente injerencia en los asuntos de los estados no contribuye a la solución pacifica de las controversias”. Arce instó a los miembros del bloque al fortalecer la CELAC para enfrentar las deficiencias de la OEA. 

Cabe señalar que, desde su creación en el 2010, en la CELAC se han promovido iniciativas para tratar de reformar la OEA, pero ninguna ha prosperado debido a la falta de consenso entre los 32 miembros del bloque. (elfinanciero.com.mx)

 

Si bien López Obrador ha sugerido que la OEA es intervencionista y una herramienta de Estados Unidos, no propuso formalmente dejar la organización. Más bien, se opuso a cualquier tipo de sanciones y dijo que las cuestiones de derechos humanos y democracia sólo deben considerarse si un país acusado de violaciones lo solicita y que en todo caso deberían dirimirse en “instancias verdaderamente neutrales”, como las de la ONU.

Sin embargo, la divergencia que ocupó más espacios en los medios fue la derivada de la presencia del presidente venezolano, Nicolás Maduro. Baste recordar que la reelección de Maduro no fue reconocida por Estados Unidos, la mayoría de los países latinoamericanos y la Unión Europea que alegaron que el proceso de votación se realizó sin cumplir los mínimos estándares democráticos.

Al respecto, en plena reunión, el presidente del Paraguay, Mario Abdo Benítez, señaló: “Mi presencia en esta cumbre en ningún sentido ni circunstancia representa un reconocimiento al gobierno del señor Nicolás Maduro. No hay ningún cambio de postura de mi gobierno, y creo que es de caballeros decirlo de frente. No hay otro camino que no sea la democracia”.

Mientras Luis Lacalle Pou, presidente uruguayo, agregó: “Cuando uno ve que en determinados países no hay una democracia plena, cuando no se respeta la separación de poderes, cuando desde el poder se usa el aparato represor para callar las protestas, cuando se encarcelan opositores, cuando no se respetan los derechos humanos, nosotros en voz tranquila pero firme debemos decir con preocupación que vemos gravemente lo que ocurre en Cuba, en Nicaragua y en Venezuela”.

En respuesta, Maduro afirmó que “debemos pasar la página del divisionismo que se insertó en América Latina, del acoso a la revolución bolivariana y ahora del acoso incesante de la revolución cubana y de la revolución nicaragüense. Ese no es el camino”.

Y, además, pidió apoyo a todos los países de América Latina y el Caribe para seguir adelante con los diálogos que mantiene su gobierno con la oposición venezolana bajo la mediación de Noruega, e invitó a sus colegas de la CELAC a que vayan a observar las elecciones de noviembre para “que vean al `dictador` Maduro cómo convoca la elección número 29”. (sandiegouniontribune.com)

Así la famosa cumbre, que, para los detractores de López Obrador, fue un fracaso, y, para sus seguidores, un gran triunfo.

Tal vez debamos mejor buscar los logros de la reunión del CELAC; uno de ellos, ha sido el despertar, entre mucha gente, antes apática o desinteresada, la curiosidad por adentrarse en un tema que nos atañe a todos. En un mundo cada vez más globalizado y abierto surgen retos que afectan al conjunto de la comunidad internacional y que requieren por lo mismo una respuesta global.

Más allá de los desencuentros políticos, hay temas de mucha importancia que se deberán tratar con más énfasis en esas instancias y cumbres, los que están más cerca de la preocupación del ciudadano: los planes para combatir la pandemia del coronavirus; el cambio climático; la pobreza y la desigualdad; la defensa a la democracia y los derechos humanos; las tensiones demográficas y sus secuelas migratorias.

José Vega Bautista

@Pepevegasicilia

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