Para el inicio de este 2019 deseo enviarles mi agradecimiento a todas y todos quienes nos leen y nos siguen, así como a quienes colaboran solidariamente con Nuestra Revista. Mi humilde regalo de Año Nuevo es un mensaje de optimismo a todos los mexicanos. Que se sepa que tenemos un gran país y un gran futuro y, si por ahí se encuentran algún pesimista que diga que nuestra nación atraviesa por graves problemas, nárrenle el siguiente episodio de nuestra historia:

En diciembre de 1854 estalló la revolución liberal que combatió la dictadura de Antonio López de Santana. El 4 de octubre de 1855 triunfa la revolución de Ayutla y se elige a Juan Álvarez como presidente. Durante su primera administración, el ministro de justicia, Benito Juárez, promovió una ley que limitaba los fueros eclesiásticos y militares, que no obstante fueron defendidos por Manuel Doblado, gobernador de Guanajuato, y por Tomás Mejía.

Ante tal conflicto, el liberal moderado Ignacio Comonfort asumió la presidencia el 11 de diciembre de 1855 y se propuso ejercer con prudencia las reformas liberales. En febrero de 1856 se inauguró en la capital el soberano congreso constituyente, que daría al país una nueva constitución.

Tanto la ley Juárez como la ley Lerdo, promulgada en 1856 y que pretendía las desamortizaciones de los bienes inmuebles, fueron atacadas con violencia por los conservadores. El grupo liberal se había ya fragmentado en moderados y radicales. 

El 15 de febrero de 1857 fue proclamada una nueva constitución. Ignacio Comonfort se convirtió en presidente el 1 de diciembre. Sin embargo, por ser liberal moderado y no soportar las presiones conservadoras, rechazó la constitución liberal y se adhirió al plan de Tacubaya.

El 11 de diciembre disolvió el congreso. En otras palabras, apoyó el golpe de estado promovido por el conservador Félix Zuluaga. El 17 de diciembre desconoció la constitución que se había aprobado y a la que la había jurado fidelidad. A inicios de 1858 repudiado por los liberales y olvidado por los conservadores, salió del país, aunque regresaría en 1863 para combatir contra las tropas francesas y sería muerto en combate.

Los pronunciados nombraron presidente interino a Zuluaga, a quien Altamirano llamaría maniquí del alto clero. Una guerra civil, la Guerra de Tres Años, estalló a inicios de marzo. Los dos bandos en pugna fueron, por una parte, los liberales con el reformista y cabeza de la suprema corte Benito Juárez y con el apoyo popular en la periferia de la nación; y por otra los conservadores Félix Zuluaga y Miguel Miramón, respaldados por el clero católico, el principal incitador de la guerra en el centro del país. México quedó dividido durante tres años.

El 11 de abril de 1859 tuvo lugar la matanza de Tacubaya en la que fueron fusilados los escritores Juan Díaz Covarrubias y Manuel Mateos. Durante la Guerra de los Tres Años cada bando tuvo a su propio presidente. Miguel Miramón fue el siguiente gobernante conservador, mientras el presidente Juárez continuaba amparándose en la constitución liberal. El 22 de diciembre de 1859 en Calpulalpan, obtuvo la victoria el liberalismo, cuando el general Jesús González Ortega vence a Miramón.

A inicios del 1861, el presidente Juárez restableció el gobierno liberal, pero continuaba la oposición conservadora incitada en gran medida por la iglesia católica. La situación económica impedía el pago de las deudas al extranjero; por consiguiente, Juárez decretó que se suspendía por dos años dicho pago. Tal acto molestó a Francia, Inglaterra y España, y originó la intervención francesa al mando del ambicioso Napoleón III, quien quiso crear en México una monarquía que protegiera el comercio francés y favoreciera su expansión.

En marzo de 1862 llegaron refuerzos franceses para respaldar el establecimiento de una monarquía con el archiduque Fernando Maximiliano de Habsburgo como emperador. Maximiliano llegó a Veracruz con su esposa Carlota el 28 de mayo de 1864. El 12 de junio, ambos entraron en la capital con el beneplácito de los conservadores. El emperador formó su gabinete con elementos liberales moderados.

Ante el combate permanente y de tipo guerrillero de los mexicanos encabezados por Benito Juárez, el ejército francés no lograba dominar completamente el territorio nacional. Napoleón III, convencido de que no prosperaría la intervención armada, retiró sus tropas de México. Sin la ayuda de Francia, Maximiliano se convirtió en un ser vulnerable y los liberales fueron recobrando terreno.

En 1866, el general Vicente Martínez le confió a Ignacio Manuel Altamirano el mando de una brigada de la división a cargo del general Vicente Rivapalacio. Con esta brigada Altamirano fue reconocido como héroe en el célebre sitio de Querétaro, donde vencieron de forma definitiva las armas republicanas. Benito Juárez entró triunfante a la capital el 15 de julio de 1867. Maximiliano y los conservadores Miramón y Tomás Mejía fueron juzgados y sentenciados a muerte. A los tres se les fusiló en el cerro de las campanas. La república fue restaurada de nuevo. (Juan A. Rosado, Por un arte de la reconciliación.)

Nuestro futuro es fructífero, brillante y positivo.

 

José Vega Bautista
@Pepevegasicilia
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